Este año, el Día de la Independencia es un momento para considerar la fragilidad de nuestra democracia, y lo que nuestro sistema educativo debe hacer para protegerla.
Desde la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776, el corazón de nuestra tradición democrática ha sido la convicción compartida de que nuestros líderes son legítimos porque son elegidos. Llegan al poder gracias a la voluntad del pueblo, expresada pacíficamente a través de las votaciones.
El 6 de enero de 2021, la democracia estadounidense sobrevivió a un intento de golpe de Estado. Fue la culminación de un complot orquestado para derrocar al gobierno de los Estados Unidos mediante una mezcla de maniobras parlamentarias y violencia colectiva.
Alentando este intento de golpe de estado estaba el anterior presidente de los Estados Unidos, que sigue sin estar dispuesto a respetar el resultado del proceso democrático.
La pregunta “¿será el 6 de enero el nuevo 4 de julio?” no es ociosa. La respuesta lenta y dividida de Estados Unidos al intento de golpe de Estado plantea cuestiones preocupantes, como si los estadounidenses siguen comprometidos con la democracia. Si no es así, ¿qué ha fallado?
Los documentos fundacionales de Estados Unidos dejan muy claro que los ideales de la democracia fueron fundamentales para la creación de esta nación:
"Sostenemos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador con ciertos Derechos inalienables, que entre ellos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad.
...Que para asegurar estos derechos, se instituyen entre los hombres gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados.
La duodécima enmienda de la Constitución de EE.UU. establece las normas para el traspaso pacífico del poder.
El Presidente del Senado, en presencia del Senado y de la Cámara de Representantes, abrirá todos los certificados y entonces se contarán los votos; la persona que tenga el mayor número de votos para Presidente, será el Presidente…”
En lugar de aceptar la voluntad de los votantes, el intento de golpe se desarrolló por etapas. Los tribunales de todo el país tuvieron que defenderse de las frívolas demandas y acusaciones de fraude electoral. Cuando esto fracasó, el intento de golpe de Estado se apoyó en la propaganda política (ver película), en las noticias falsas y, cuando éstas fracasaron, en la violencia. Las turbas, enardecidas por el presidente derrotado, declararon el 6 de enero su propia revolución.
La educación pública desempeña un papel fundamental en la democracia, ayudando a los niños a comprender sus responsabilidades como ciudadanos. A la luz del intento de golpe de Estado del 6 de enero, ¿qué deberían hacer ahora las escuelas para ayudar a todos los niños a participar sabiamente en nuestra democracia?
La necesidad fundamental de un pensamiento crítico
Parte de la respuesta puede requerir algo muy difícil en una época de Tweets y Tik-Toks: enseñar a los niños a ir más despacio y pensar de forma crítica.
Según Daniel Kahneman, autor de Thinking Fast and Slow (Pensar rápido y despacio) y ganador del premio Nobel de Economía, el pensamiento crítico no es algo natural. La mayor parte del tiempo nuestro cerebro está en piloto automático. Tomamos decisiones rápidas que no necesitan mucho análisis. Pero a veces eso no funciona:
La división política de Estados Unidos refleja, en gran parte, cómo los votantes obtienen la información y cómo la interpretan. Scientific American informa de que los prejuicios hacen que la gente sea vulnerable a la desinformación difundida por las redes sociales. El siguiente vídeo, “¿Por qué nuestros cerebros adoran las noticias falsas?”, explica cómo nuestros cerebros nos hacen creer que las noticias falsas son noticias reales. Una gran parte de ello es el prejuicio de confirmación. Interpretamos las nuevas pruebas como una confirmación de nuestras creencias existentes.
Parte de lo que significa ser un buen ciudadano es tomar decisiones informadas. Eso implica examinar cuidadosamente las fuentes de información.
Ayudar a los alumnos a aprender a separar los hechos de la ficción, la propaganda del análisis y la parcialidad de la neutralidad es una forma de ayudar a cerrar la división política. Para ello, las escuelas deben enseñarles a pensar de forma crítica. El pensamiento crítico requiere salir del piloto automático y analizar intencionadamente la información para poder tomar una decisión fundamentada.
Nuestra democracia depende de ciudadanos preparados para elegir con sabiduría. En el mundo actual de información instantánea, es esencial pensar de forma crítica.
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